Ética y empatía en la psicoterapia: resonancias humanas al servicio del bienestar

El trabajo clínico del psicoterapeuta es, en esencia, un encuentro entre dos humanidades. No se trata solo de aplicar técnicas o seguir protocolos, sino de entrar en un espacio donde la presencia, la escucha y la resonancia emocional se convierten en el canal más poderoso de transformación. En este escenario, la ética y la empatía no son simples valores añadidos, sino los pilares fundamentales que sostienen el vínculo terapéutico y protegen la integridad de ambos participantes: terapeuta y paciente.

Hoy, la ciencia nos ofrece nuevos lentes para entender lo que ya sabíamos de forma intuitiva: que el vínculo cura. Los avances en neurociencia, particularmente en el campo de la neuroplasticidad, han demostrado que el cerebro humano cambia estructuralmente a través de la experiencia emocional sostenida en contextos seguros. En otras palabras, el cerebro “se reconfigura” cuando es contenido, validado y acompañado. Y esta es, precisamente, una de las tareas más sutiles y poderosas del psicoterapeuta: crear un espacio donde el otro pueda reorganizarse desde el cuidado y la autenticidad.

Pero esa posibilidad no nace del azar ni de la buena voluntad. La empatía —entendida no como simpatía superficial, sino como una disposición activa a resonar con el mundo emocional del otro sin confundirse con él— es una herramienta clínica. Gracias a ella podemos acceder, sin invadir, al mundo interno del paciente. Sabemos hoy que las neuronas espejo, por ejemplo, juegan un rol clave en la forma en que captamos e interpretamos las emociones ajenas. Esta capacidad de resonancia está inscrita en nuestro sistema nervioso: nacemos con la posibilidad de sentir con el otro.

Sin embargo, esa cercanía afectiva debe sostenerse sobre los límites que marca la ética. Porque si bien el otro necesita de nuestra presencia, también necesita nuestra claridad. La contención terapéutica solo es efectiva cuando el terapeuta no se confunde de rol, no se convierte en salvador ni se vuelve protagonista. Ética y empatía, entonces, no son opuestas: son complementarias. Una sin la otra, pierde fuerza o se desborda.

La ética profesional nos recuerda que no todo lo que se siente es legítimo de actuar. Que hay fronteras que protegen al paciente, y también al terapeuta. Que el vínculo humano que establecemos debe ser un canal de transformación, no de dependencia. Y que aunque nos impliquemos emocionalmente, no podemos dejar de ser clínicamente responsables.

Hoy más que nunca, en un mundo hiperconectado pero emocionalmente desvinculado, ejercer la psicoterapia con ética y empatía es un acto profundamente revolucionario. Implica decidir, cada día, ser un testigo respetuoso del dolor ajeno, sostener la esperanza, y ofrecer la posibilidad de que algo nuevo emerja del caos interno.

El bienestar no se impone, se construye. Y en esa construcción, el psicoterapeuta es un acompañante, no un arquitecto. Nuestro poder no radica en “tener la razón”, sino en saber estar con el otro en sus contradicciones, respetando sus tiempos y límites. Porque el otro, aunque herido, no es débil. Y aunque necesite ayuda, no es un objeto de intervención.

Ser psicoterapeuta, en el sentido más profundo, es sostener con dignidad esa tensión entre implicarse y respetar. Es resonar, pero sin absorber. Es guiar, sin dirigir. Y es, sobre todo, recordar que el alma humana florece cuando se siente vista, sin ser invadida.


💡 Escribí este ensayo por el Día del Psicólogo para honrar la complejidad de nuestro rol. Lo comparto con cariño para reflexionar junt@s: ¿cómo sostenemos la ética desde la empatía en nuestra práctica diaria?

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Referencias

Decety, J., & Jackson, P. L. (2006). A social‐neuroscience perspective on empathy. Current Directions in Psychological Science, 15(2), 54-58. https://doi.org/10.1111/j.0963-7214.2006.00406.x

Iacoboni, M. (2009). Mirroring people: The new science of how we connect with others. Picador.

Siegel, D. J. (2012). The developing mind: How relationships and the brain interact to shape who we are. Guilford Press.

American Psychological Association. (2017). Ethical principles of psychologists and code of conduct. https://www.apa.org/ethics/code/

Davidson, R. J., & McEwen, B. S. (2012). Social influences on neuroplasticity: Stress and interventions to promote well-being. Nature Neuroscience, 15(5), 689–695. https://doi.org/10.1038/nn.3093

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